jueves, 26 de agosto de 2010

Cañonero 59






























21-8-2010 Maputo.


África de nuevo, la habitual, con sus mercados, sus basuras, sus bidones amarillos, sus baches, su color y su ambiente callejero.
Otro mundo de nuevo.
La ciudad de Maputo parece que empieza a recobrarse después de todos los años de guerra, aún quedan vestigios. Algunas calles, como si acabara de caer un obús haciéndolas pedazos, edificios en ruinas, solares asilvestrados... pero a su vez se empieza a ver una ebullición de nuevas construcciones, mucha pintura y mucha restauración de edificios antiguos.
Maputo tiene bonitos edificios Art-Deco que se mantienen en pie y otros típicos de la época de la colonia portuguesa. De nuevo nos vemos en Cádiz y sobre todo en Canarias. Tiendas con todo el sabor de los años sesenta de las que se pueden ver en cualquier pequeña ciudad portuguesa, mezcladas con grandes centros comerciales (el que visitamos, de pésimo gusto indú).
Cafés y "pastelarias".
Te mueves entre Mao-Tse-Tung, Lenin, Olof Palme, Guerra Popular... todas las calles recuerdan a la revolución..
Antes de ir a la playa teníamos que resolver asuntos en la ciudad, por ejemplo cambiar Euros a moneda local. Lo hicimos en el mercado negro porque los cajeros daban poco dinero y cada vez que sacas te cobran comisión, al igual que los bancos, que al parecer se pasan mucho con estas transacciones. Con los Meticales en la mano compramos los billetes de autobús para Johannesburgo.
Aunque las playas realmente recomendables estaban bastante alejadas de Maputo, unos 300 Kms al norte, nos decidímos por ir a "Costa do Sol," practicamente es la playa de la ciudad pero dado que no queríamos darle más paliza de la necesaria ni al coche ni a Pepe y dado también a que debíamos pasar por Maputo para seguir resolviendo asuntos, nos decidimos por este lugar que está a unos 4 Kms del centro.
La playa estupenda pero muy sucia. No hacía tiempo de baño pero daba igual porque lo compensaba el ambientazo que había. Puestos de mamas con pescado a la brasa o frango (pollo), venta de bebidas.... y música mucha música, los coches con el volumen altísimo.
Encontramos un bungalow fenomenal por 10 dólares por cabeza.
No sé muy bien qué nos pasó pero nos dio a todos la fiebre de la recogida, En cierto modo era la etapa final de nuestro viaje (de Sofi, Javi y mío) . Empezamos a sacar toda la ropa y objetos de los que nos íbamos a deshacer. También convenía aligerar el coche al máximo por si Pepe y Luis tenían que abandonarlo en alguna frontera.
La tienda de la baca la desmontaron y se la quedaron los guardianes de la casa; también la cocina, la olla, la sartén, la ropa y los zapatos que no pensábamos llevarnos Madrid. Las chicas de la limpieza estaban felices y en cierto modo a nosotros nos supuso una liberación deshacernos de todas esas cosas y ver qué era lo que teníamos que transportar de vuelta.
Comimos en el que sería nuestro restaurante habitual en los próximos días.
Es un edificio Art Deco "El Costa do Sol", grande, con una inmensa terraza frente al mar y que lleva varias generaciones de una familia griega sirviendo pescado y marisco y unos postres excelentes. La comida, portuguesa. Los precios muy buenos. Durante la tarde intentamos resolver gestiones por internet aunque me fue imposible enviar entradas nuevas al blog. Tardamos media tarde en dar con un "ciber" cutre. No encontramos ningún otro en todo el centro de Maputo.
El tiempo era bueno pero fresco y no apetecía bañarse. En este hemisferio ahora es invierno.
Cuando regresábamos a la playa tuvimos en primer encontronazo con la policía, pero siguieron más.
Nos detuvo un soldado. Nos dijo que habíamos cometido una infracción. Después de los rodeos habituales nos dijo que el sólo detectaba las faltas y que debía detenernos para después llamar a un coche de policía que es el que nos pondría la multa. Ésta ascendería a dos mil meticales (40 €) pero nos dijo que si preferíamos pagarle a él la mitad no nos denunciaría. Estábamos cansados y con ganas de llegar a cenar pero democráticamente se decidió que no íbamos a entrar al trapo. La bronca que se llevó el soldado, por parte de Pepito en portugués fue para haberla grabado y Javi es capaz de repetirla casi al completo. Después de bastante rato apareció un coche con seis policías armados hasta los dientes. Antes de seguirles le pedimos al que nos había detenido su nombre y apellido, lo que le debió acojonar un poco. Seguimos al coche hasta la calle más vacía y más oscura del barrio. Allí muy zalameramente nos explicó uno de ellos que por esta vez no nos iba a multar pero que no cometiéramos más infracciones o nos multarían. Por supuesto esperaban algo pero al vernos inflexibles por fin nos dejaron ir sin pagar un duro.
Cenamos en una pizzeria que nos gustó mucho y que también tenía buen pescado.

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