jueves, 26 de agosto de 2010

Cañonero 58












20-8-2010 Kruger-Maputo.

A las cinco de la mañana salimos a hacer parque.
Era un coche abierto que habíamos contratado el día anterior, Teníamos capricho con ver un parque de noche, que es cuando se supone que los animales están más activos.
A pesar de lo abrigados que íbamos y de las mantas que te facilitan íbamos congelados. De nuevo la suerte no nos acompañó y el paisaje de alrededor estaba quemado (lo hacen para que con las primeras lluvias el pasto sea de mejor calidad, pero a nosotros no nos hizo ningún favor). Después de varias horas de frío y ya amanecido, vimos un par de licaones (perros salvajes) que son muy escasos y difíciles de ver, pero nada más.
Pepito se había quedado durmiendo y nos esperaba a nuestra llegada.
Pudimos disfrutar un rato más del bungalow y sobre todo de las vistas mientras desayunábamos. Los chicos cogieron una antigua vagoneta de tren y estuvieron haciendo el gamberro, yo quise aprovechar y hacer unas fotos del puente de hierro del tren. Sin darme cuenta me acerqué demasiado a la valla electrificada y me llevé un trallazo del que estuve el día entero resintiéndome (Paquito nos acordamos de ti y de la descarga del pastor eléctrico).
Esa mañana nos cruzamos con un hipopótamo y vimos al "Duque", el elefante más viejo del parque que reconocimos por fotos y por que tenía los colmillos rotos. Fue una casualidad, ya que en un parque tan grande, coincidir con él no era fácil.
El cambio suena de pena y se ha pinchado una rueda, aunque pierde el aire muy lentamente.
El parque está lleno de sudafricanos ya mayores, pasan los fines de semana viendo animales. A ellos les sale muy barato y lo aprovechan.
Salimos del Kruger sobre las dos de la tarde bastante satisfechos y nos dirigimos hacia la frontera.
Nos esperaba una desagradable sorpresa. Los aduaneros sudafricanos estaban en huelga y las colas eran espeluznantes, sobre todo pensando que cuatro días después nos esperaba otra de lo mismo. Hasta nos planteamos darnos la vuelta pero al final nos armamos de paciencia. Nos chupamos la cola. Lo peor era defenderte de los colones. Como todo llega en esta vida, al final conseguimos pasar a Mozambique.
De nuevo en África auténtica, pero unida a las nuevas tecnologías. Nos hicieron el primer visado con foto de nuestra vida, nos tomaron las huellas con un scanner y nos cobraron una pasta en visado. Lo bueno es que no tardamos demasiado en salir de allí.
Había anochecido y pretendíamos llegar a la playa esa misma noche para aprovechar los pocos días que nos quedaban, pero acabamos cenando en un sitio con jardín bastante agradable (no en la playa) comida muy mozambiqueña (portuguesa) lo que fue una buena entrada en el país. El dueño, un hombre muy amable, acompañó a Pepe hasta una pensión cara y bastante mediocre, pero ya no era hora de ponerse a buscar más. Aquí se acabó el estupendo nivel sudafricano. La fontanería desastrosa, la limpieza dejaba bastante que desear y el precio, en proporción, desorbitado.

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