miércoles, 15 de septiembre de 2010

Cañonero 64
































25-8-2010 Johannesburg-Cairo-Madrid

Pasamos la mañana en Soweto, nos llevó Captain y fuimos a ver el museo del apartheid que, más que nada, es un museo dedicado a Mandela. También el estadio de fútbol que por supuesto maravilló a Javi.
Soweto no me sorprendió demasiado. Salvo una zona pequeña de chabolas, el resto era mucho mejor que cualquier extraradio de cualquier otra ciudad africana. Javi quería hacer una última compra y fuimos a un par de centros comerciales, uno inmenso en el mismo Soweto. Mientras esperaba a que miraran las tiendas se me enrollaron cuatro o cinco chavales que estaban trabajando, vendiendo no sé qué servicios. Mostraron mucha curiosidad por nosotros y nos preguntaron infinidad de cosas. La gente con la que topamos en las tiendas también muy simpática. Nos sirvió para hacernos una idea de cómo era la zona y sobre todo para seguir intercambiando información con Morgan. Hablamos de política. En su opinión las cosas no están mal, el asesinato de un granjero blanco -suceso que tuvo mucho eco en los medios de comunicación poco antes del Mundial- fue perpetrado por dos incontrolados que han sido juzgados y encarcelados y, por su lado, nos habló de la represalia por parte de los boers. En resumidas cuentas, otra visión totalmente distinta a la de Rehtt. Era optimista y consideraba que las cosas, aunque con dificultades, iban progresando. Comimos en un restaurante que en su momento era para locales, pero ahora sus clientes habituales son blancos. La comida estuvo bien. Un músico la amenizó. Javi y Sofi estaban encantados. La tarde la pasamos con el ordenador y jugando varias partidas de billar con Javi. Por supuesto no gané ni una. Todo llegará.
A las seis vino a recogernos Captain para ir al aeropuerto. Se presentó de sport, con una camiseta ajustadísima que permitía apreciar su musculatura con detalle. Los músculos del antebrazo reventaban las mangas. Ante esta visión Javi quedó deslumbrado y empezó el interrogatorio de nuevo. Por supuesto se machacaba en el gimnasio y nos contó que trabajaba también de guardaespaldas y como escolta cuando trasladaban diamantes y en el casino para proteger a los clientes que ganaban grandes cantidades. De pronto estábamos con un auténtico protagonista de películas de acción, nuestro Swarzenagger particular, contándonos que tenía que llevar arma aunque no le gustaba nada y que a veces había tenido que romper algunos dedos. Era un hombre tranquilo, al que no le gustaban nada las pistolas y detestaba la violencia. Era hijo de un pastor y no había probado ni una gota de alcohol en su vida. La fascinación de Javi iba en aumento. Llegamos al aeropuerto sin atascos y por un recorrido fuera de la autopista que nos permitió ver otros barrios de Johannesburgo. Nos despedimos. Había sido un guía muy interesante y entretenido. Nos dió su tarjeta y página web por si alguna vez necesitábamos un guardaespaldas. Todos los trámites y facturación los hicimos sin problemas y de manera rápida. El aeropuerto moderno, enorme y muy nuevo. A las 10,30 subíamos en el avión que nos llevaría a El Cairo a donde llegamos sobre las 5,30 de la mañana. Allí tuvimos que esperar hasta las 11 para coger el vuelo a Madrid. No se nos hizo demasiado pesado por el espectáculo de gente diferente que pululaba por allí, una mezcla sorprendente de razas y colores. Aprovechamos para mirar el mail desde un pasillo donde había Wifi. A la hora prevista, 3 de la tarde, aterrizábamos en Madrid con un calor que no esperábamos.
Este era el final de un viaje que había sido aún mejor de lo que esperábamos y que no olvidaremos ninguno de los cinco.

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