viernes, 10 de septiembre de 2010

Cañonero 63




















24-8-2010 Maputo-Johannesburgo


Salimos de Maputo a las siete de la mañana, el bus era moderno, de dos pisos. Íbamos preocupados por lo que nos esperaba en la frontera, huelga de funcionarios de inmigración sudafricanos, pero hubo suerte, no había cola y fue bastante rápido el papeleo. Sólo nos dio la lata un aduanero que quiso ver el contenido de los cestos que habíamos atado a conciencia (pensando que si nos pedían abrirlos en Madrid cortaríamos la cuerdas y listo). Después de un rato de quitar nudos levantó un poco la tapa y se quedo satisfecho. Todos lo viajeros nos entretuvimos ese rato comiendo mandarinas porque encontraron en el remolque de equipajes algunas frutas y no permiten meter ningún producto agrícola en sudáfrica. Durante el camino me llamaron del backpackers para decirme dónde nos recogería el taxi y los datos del taxista, pero cuando llegamos no había nadie esperando. Volví a llamar y a los dos minutos apareció un tipo que nos dejó boquiabiertos. "Captain Morgan" es el personaje. Un tipo enorme perfectamente trajeado e impecable, muy negro con una barbita de esas que parecen pintadas. Cogió un cesto como quién coge una pluma y, muy educadamente, nos condujo hasta el coche. Después de Cañonero, espanzurrarse en un Mercedes con asientos de cuero nos parecío el súmum. Captain se mantuvo muy correcto, nosotros íbamos fijándonos en la ciudad y de vez en cuando le hacíamos alguna pregunta. Quedamos en que al día siguiente iríamos a Soweto. Como nos hacía buen precio lo haríamos con él.
El backpackers resultó ser un chalet en una zona residencial, en esos días estaba casi vacío y los chavales que trabajan allí, encantadores. Como fin de fiesta cogímos una habitación triple con una buena cama doble para mí y unas literas, no tan buenas, para Sofi y Javi.

Fue muy curioso. Al preguntar dónde podíamos cenar nos mandaron a una zona de restaurantes cercana y nos aseguraron que podíamos ir andando, que no había el más mínimo problema, y así fue. Resulta que lo que no se puede hacer en la gran mayoría de las ciudades africanas se puede hacer en esta zona de Joburg, con el prestigio de criminalidad que tiene, con total seguridad.
Cenamos en un italiano agrable, con mucho diseño. Hasta me tomé una copita de vino. Estuvimos recordando cosas del viaje, nos reímos y lo pasamos muy bien. Fue una buena cena de despedida.

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