jueves, 8 de julio de 2010

Cañonero 6









4-7-2010 Mikumi-Kisolanza Farm

Al salir de Mikumi, dice Pepito que comienza la Tanzania auténtica, ya no se ven microbuses de turistas, ni tenderetes de souvenirs, ni pesados que te quieren vender de todo. Esta zona está menos poblada, muchas plataneras, caña de azúcar y papayas. Colinas suaves con aldeas construidas de barro y paja, chozas de forma rectangular. Los lugareños se dedican en gran medida al carbón vegetal y se pueden ver enormes sacos a la venta a ambos lados de la carretera.

Muy poco tráfico, paisaje abierto con horizontes amplios con lejanas montañas al fondo. A tramos vamos paralelos al rio, cambios de paisaje y de pronto inmensas laderas con miles de baobabs intercalados con acacias. El paisaje recuerda a Mangola y también aquí, de vez en cuando, vemos huertas de cebollas.

Nos vemos obligados a hacer paradas intermitentes porque la carretera esta en obras, y cuando se puede avanzar es zona con curvas. Es difícil adelantar a los camiones, sobre todo cisternas que van cargadas a reventar.

Paramos en un mercadillo, todo color, vendían ropa, uniformes escolares, zapatos…Nadie se interesa por nosotros, ni nos pregunta, ni intenta vendernos nada. Compramos algo de fruta sin necesidad de regatear el precio, una maravilla.

Aunque la jornada no era excesivamente larga en lo que se refiere a kilómetros, por las paradas, los bumps y el estado de la carretera en general, se hizo pesada.

Llegamos al camping sobre las cuatro. Es un lugar muy recomendado por algunos viajeros. Se trata de una vieja granja en medio de un paisaje precioso, africano hasta el tuétano, con inmensas acacias. Todo muy bien montado con mucho espacio, aunque había un camión con viajeros y un par de coches con tiendas, estábamos alejadísimos unos de otros. Los servicios con fosas sépticas y el agua de las duchas caldeada con fuego de leña. Sin luz eléctrica, ni generador. Algunas bandas -cabañas- muy rústicas pero agradables. La cena aunque cara es muy recomendada por otros viajeros. En realidad el comedor era parte de la antigua granja, techo de paja, paredes de adobe, iluminado con velas, muy acogedor, pero demasiado parecido a Madarcos como para dejarnos con la boca abierta, cosa que les ha pasado a otros muchos viajeros. La comida, nada del otro mundo.

Si te despertabas por la noche podías ver las siluetas de las enormes acacias a la luz de las estrellas. Sin ninguna luz que estorbase, se podía ver la Cruz del Sur con toda claridad. Eso sí mereció realmente la pena.

1 comentario:

  1. Habeis comido ya alguna rata del desierto o escarabajos peloteros con almibar?
    Ya tengo ganas de que os perdais y salgais de las ciudades. No veas la que se ha montado en España con la final del Mundial. HASTA YO ME VOY ALLA A VERLO!!!!

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