jueves, 8 de julio de 2010

Cañonero 4















2-7-2010 Marangu-Dar es Salaam

No estaba previsto visitar Dar Es Salaam pero decidimos hacerlo porque a la vuelta ni Sofi, ni Javi, ni yo pasaremos por allí. Llevo años queriendo conocerla y hasta ahora no ha sido posible. La carretera en general buena, pero con bumps salvajes de contínuo. Cambios en el paisaje, zonas de enormes baobabs y grandes acacias zonas de vegetación exótica, con mangos, aguacateros, palmeras, naranjos. Montañas verdes y suaves. En la carretera ventas de frutas cada dos por tres: bananas, mangos, sandías, naranjas, aguacates, maracuyá (fruta de la pasión) y otras cuyo nombre desconozco. También tomates, cebollas y maíz. De vez en cuando charcas de aguas limpias con gran variedad de aves, rebaños de vacas de las de cuernos enormes. Inmensas llanuras con plantaciones de sisal, girasol y maíz. Venta de carbón y todo tipo de frutas al borde de la carretera. Antes de llegar a Segera, una zona de la carretera muy deteriorada, con grandes baches, pero pasado ese tramo, volvemos al asfalto impecable. De Chalinze a Dar es Salaam muchísimo tráfico, sobre todo camiones, especialmente a la entrada donde donde cada parada en los semáforos era de un cuarto de hora. Decidimos ira a dormir a la playa al Norte de la ciudad, a un camping que conocía Pepito de cuando hacía safaris. Para ir a las playas del sur era necesario coger un ferry, así que lo descartamos. Por desgracia el lugar que Pepito recordaba ya no existía. Todo había cambiado notablemente, muchas construcciones de adosados y hoteles y ni rastro de ningún camping y además nadie sabía darnos noticias sobre ellos. Pasaron casi tres horas desde nuestra llegada a la ciudad. Se hizo de noche, las cosas se ponían feas y nos veíamos volviendo al centro de Dar a buscar un sitio para pernoctar. Al final en uno de los hoteles en los que entramos a preguntar tenía habitaciones (otros estaban al completo) pero había que pagar en dólares y era carísimo. Allí nos indicaron otro hotel, aunque previniéndonos de que podría ser peligroso. Era un hotelito africano. “Juliana” se llamaba. Era estupendo, con un gran jardín con kioscos de nyama choma (carne a la brasa), no tenían habitaciones libres, pero nos permitían hacer camping. Esa noche era el partido entre Ghana y Uruguay del mundial de fútbol por eso el hotelito estaba hasta los topes. Una pantalla gigante en medio del jardín y un montón de gente –todos negros, ni un solo blanco-. Lo peor es que teníamos que esperar a que alguien se fuera para aparcar el coche dentro del recinto y poder hacer el despliegue de camping. Estábamos bastante cansados y nos apetecía acostarnos más que ver el partido.

Cenamos muy bien y por fin empezó el encuentro. Las 9:30, tardísimo para nuestros horarios. Por supuesto gritos de júbilo cada vez que el equipo de Ghana hacía alguna jugada buena, algunos del público gritaban !asante¡ (gracias en swahili)), pero acentuando cada sílaba, desde entonces a pasado a ser una de nuestras muletillas.

Los partidos de fútbol, por mucho ambiente que les rodee, para mí siguen siendo insufribles y eso que ponía empeño. Cuando, muertas de sueño, decidimos irnos a dormir al coche Sofi y yo, apareció el manager y nos ofreció dos habitaciones que quedaron libre debido a dos cancelaciones. Le hubiera besado, tal era mi agradecimiento, Sofi ya estaba acostada en el coche y cuando se lo dije me dijo que no fuera cruel, que no bromeara con esas cosas, pero era verdad y además nos costó alrededor de 20 € todos. Los tres restantes nos siguieron sin ver el final del partido. Me dormí escuchando las ovaciones de los penaltis, pensando que Ghana había ganado, pero por desgracia al día siguiente me enteré de que no fue así.

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